Inactividad física causa más de 47 mil millones de dólares de pérdida a los sistemas públicos de salud
El desarrollo tecnológico e industrial del último siglo ha cambiado por completo la forma en la que nos relacionamos con el mundo. De tener que movernos para sobrevivir hemos pasado a poder llevar una vida en abundancia sin la necesidad de movernos. Pero todo tiene consecuencias.
Nuestro organismo ha sido diseñado a lo largo de toda nuestra evolución atendiendo a unos requerimientos energéticos derivados de niveles de actividad física elevados, por lo que esta interrupción abrupta de movimiento diario está teniendo consecuencias dramáticas para nuestra salud. Tal y como hemos visto con anterioridad, la inactividad física aumenta el riesgo de sufrir hasta 35 enfermedades crónicas, entre ellas el cáncer, el síndrome metabólico, las enfermedades cardiovasculares, la depresión o la degeneración del sistema nervioso (1,2).
Poco a poco se está creando un caldo de cultivo que tiene visos de convertirse en un problema de muy difícil solución. ¿Cómo haces moverse a una persona que no tiene la necesidad de hacerlo? ¿Cómo puedes hacer que la población se mueva más con la actual organización laboral?
Este nuevo statu quo está haciendo que los índices de obesidad no paren de crecer y la forma física de la población se reduzca año a año (3). Vivimos más años, pero la tendencia será que lo haremos con una elevada carga de enfermedad. A pesar de que existe cada vez más conciencia social de este problema creciente, se necesitan políticas de estado que ayuden a revertir una cuestión que difícilmente se podrá solucionar atendiendo a la voluntad individual de cada ciudadano.
Es un problema que atiende a razones estructurales, por lo que debemos reflexionar sobre el modelo educativo, de estructura laboral o de conciliación familiar. La realidad está demostrando que el sistema actual se dirige hacia un colapso en términos sanitarios.
Inactividad física: Un problema de salud y también económico
Si bien la economía no debería ser la principal razón a la hora de tomar decisiones en términos de salud, las consecuencias económicas derivadas de la inactividad física pueden acelerar los cambios políticos que se precisan para abordar esta cuestión. Un estudio publicado recientemente en una de las revistas médicas más prestigiosas del mundo (4) ha cuantificado cuál es el coste derivado de la inactividad física para los sistemas de salud a nivel mundial.
Si la tendencia de inactividad física se mantiene, el coste global de la inacción sobre este problema alcanzaría aproximadamente los 47.600 millones de dólares al año durante la próxima década (Figura 1 y 2). Un ejercicio muy interesante que hicieron los investigadores fue cuantificar el número de nuevos casos de las principales enfermedades derivadas de la inactividad física y el gasto económico que generarían. Y aquí hay puntos muy importantes.
Hay enfermedades menos prevalentes pero que tendrían un enorme costo para las arcas públicas. Por ejemplo, la demencia representaría solo el 3% de los nuevos casos prevenibles, pero se llevaría el 22% de los costes (~10.107 millones de dólares al año); la diabetes tipo 2 representaría el 2% de los nuevos casos y alcanzaría el 9% del gasto (~4.255 millones de dólares al año); y al cáncer se le atribuiría el 1% de los nuevos casos prevenibles, pero se destinaría el 15% de todos los costes económicos (~6.476 millones de dólares al año).
¿Qué podemos hacer?
Estos datos demuestran que si no se toman medidas de forma casi inmediata el agujero para las arcas públicas sería mayúsculo. Además, las políticas parecen claras. Según un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de diciembre de 2021 (5), el camino a seguir parece claro. Los responsables del informe afirman: “Sabemos lo que hay que hacer. La OMS ha identificado importantes retornos económicos y de salud a través de la inversión en intervenciones y políticas clave para la prevención de enfermedades no transmisibles. El informe de la OMS de 2018 “Salvar vidas, gastar menos” mostró que los países podrían salvar millones de vidas perdidas por estas enfermedades a través de intervenciones rentables. Por cada dólar invertido en intervenciones de mejora del estilo de vida, se podría generar un retorno de hasta 7 dólares a través de la reducción de los costes de salud y la mejora de la productividad”.
Conclusiones generales
Nos enfrentamos a un enorme problema de salud pública que tiene su origen (paradójicamente) en el estilo de vida actual derivado del enorme progreso social y tecnológico que ha vivido el ser humano en los últimos años. Debemos repensar el actual modelo de sociedad con el fin de evitar una pandemia que puede costar muchas vidas (y mucho dinero). Antes necesitábamos movernos para sobrevivir. Ahora quizá haya llegado el momento de retomar un hábito que parece imprescindible para preservar nuestra salud: el movimiento. Y esto solo puede nacer de una voluntad política firme y con mirada a largo plazo.