El recuerdo de Los Angeles 1984, la primera maratón femenina de la historia

La participación de las mujeres en competiciones deportivas es algo muy normal hoy en día, pero no siempre fue así. Y aunque ya en los segundos Juegos Olímpicos de la Era Moderna, los de Paris en 1900, hubo competiciones con participación femenina, la incorporación de la mujer a un buen número de disciplinas y especialidades se fue demorando en el tiempo de forma notable.

En el caso del atletismo, por ejemplo, no se produjo hasta los Juegos de Amsterdam, en 1928.

Y entre las pruebas del programa femenino la más larga era la de los 800 metros, cuyo controvertido desarrollo, con crónicas de la época hablando de ver a varias de las finalistas totalmente exhaustas, llevó a los muy conservadores miembros del Comité Olímpico Internacional de la época a considerar que las mujeres no tenían resistencia ni capacidad física suficiente para competir en carreras que superasen los 200 metros sin que su salud se viese en serio peligro.

Y ese mito costó desterrarlo, ya que aunque poco a poco la distancia de las pruebas de atletismo olímpico femenino fue aumentando, hasta los Juegos de Moscú, en 1980, la carrera más larga para las mujeres era todavía la clásica prueba del medio fondo, los 1500.

Finalmente, en Los Angeles 1984, se incluyeron las dos carreras más largas nunca permitidas para atletas: 3K y los abrumadores 42K. Aunque estaba la imposibilidad, para las mujeres, de llegar a las medallas Olímpicas.

El 5 de agosto se corrió la maratón, con gran expectativa mundial.

Joan Benoit, de punta a punta

La atleta estadounidense Joan Benoit logró obtener la medalla de oro con un tiempo de 2:24:52.

La noruega Grete Waitz llegó en segundo lugar, con 2:26:18, mientras que la portuguesa Rosa Mota consiguió llegar en tercer puesto, con 2:26:57

La norteamericana sorprendió desde el principio de la carrera, cuando decidió tirar en solitario, escapándose del grupo e imponiendo un ritmo tan elevado que parecía suicida, dadas las condiciones de elevado calor y humedad.

Casi todos pensaban que acabaría pagándolo en la parte final del recorrido. Sin embargo no fue así y Joan Benoit entró en el estadio olímpico con una amplia ventaja sobre sus perseguidoras.

En definitiva, fueron tres verdaderos mitos de la maratón femenina -que ya eran grandes antes de aquella histórica carrera- las que inscribieron sus nombres en Los Angeles 1984.

Y muchos señalaron la particularidad de que Benoit, uno de los apellidos destacado aquel día, era de origen francés pero en español equivale al del Santo que la tradición usa para las etiquetas injustas que se aplican a las personas en determinadas ocasiones. Un buen símbolo, sin dudas.