Subir al Everest, sueño cumplido para Javier
Javier Remón vive días soñados tras cumplir un enorme logro. Con una planificación que siguió al detalle, se convirtió en el 27° argentino en alcanzar la cima del Monte Everest, a 8.848 metros de altura.
Oriundo de Bariloche, el abogado de 47 años entrenó durante todo el 2020 de pandemia en su ciudad y luego volvió a África, donde en los últimos años lleva adelante un emprendimiento laboral. Una vez allí, el avance del coronavirus le impidió trabajar con normalidad y eso le dio pie a un gran sueño que ya tenía en mente: El Everest.
La llegada a Nepal fue el 7 de abril, para avanzar en un esquema rígido de entrenamientos y aclimatación durante más de un mes. El martes 12 de mayo, emocionado, hizo cumbre en el tan seductor como peligroso Monte.
«Ser parte de uno de los 27 argentinos que logró algo tan complejo es un gran orgullo. Mi presente me tiene trabajando en África, pero por la pandemia se detuvieron mis tareas y aproveché para entrenar por este gran objetivo», resumió Remón a la Agencia de Noticias Bariloche desde el campamento base.
Sueño cumplido
Sobre cómo tomó la decisión, el barilochense contó que “entrené y mucho para venir y subir. Y hubo un gran esfuerzo económico, lo pensé 10 veces pero valía la pena. Hubo mucha ayuda, en especial de amigos que me prestaron cosas y sumando y sumando me fui embalando. Y decidí hacerlo. Sin la posibilidad de trabajar pensé que era el momento justo. Creo que ir a buscar la cima del Everest es todo sueño que tiene alguien que le gusta la aventura y para toda la gente de montaña”.
Una vez iniciada la travesía, la adaptación al clima y principalmente a la altura fue clave.
«En el camino al Campamento Base, que está a unos 5.300 metros de altura, se trabajó mucho en la adaptación a la altura. Hasta llegar fui subiendo diferentes montañas para ir ganando adaptación, para que la aclimatación sea la óptima. Fue una etapa de aprendizaje. En el Campamento Base también hubo momentos complejos por casos positivos de Covid y también por tener algún sherpa enfermo. Luego subimos al Campamento 2 a 6.300 metros, de ahí al Campamento 3 que está a 7.200 y ahí ya con la utilización de oxígeno. El siguiente paso fue al Campamento 4, a 7.900 metros, allí descansamos un poco y el nuevo objetivo ya fue hacer cumbre”.
El trabajo mental, a esas alturas, suele ser tan importante como la preparación física. “Se piensa en muchas cosas en el tramo final porque es complicado, lento y con obstáculos que van apareciendo. Salimos de noche despacio y primero fue tener mucho frío en los dedos de los pies y hay que buscar moverlos porque se empieza a generar una complicación.
Luego se me congeló la máscara de oxígeno y tuve que sacarla. Eso fue de noche y cuando se aclaró, ya no había nada. En el amanecer, todo el paisaje fue nuestro. Llegamos al pico Sur, de ahí al paso Hillary y de ahí, a la altura, a la cima. Fue impresionante llegar, con mucho cansancio, pero una felicidad enorme. Puse la bandera argentina en la cima del mundo, el banderín de la compañía con la que realicé la expedición, me quedé unos 10 minutos y luego fue tiempo de bajar. Y bajar es tan importante y complejo como subir. Con mucho cansancio fuimos bajando, pero la felicidad era tan grande que pudo con todo”, cerró emocionado Javier. Misión cumplida para él.